Prestar atención a logros de los venezolanos en cualquier ámbito, así como sentir orgullo por lo nuestro, plantearnos metas e imaginarnos lográndolas, puede ser clave  

Hoy vivimos una de las situaciones más difíciles por las que ha atravesado Venezuela desde todo punto de vista. Los pronósticos de economistas y organismos internacionales dan cuenta de ello mientras cada venezolano siente el peso del día a día, tanto en sus hombros como en sus bolsillos. Esa abrumadora realidad, hace que pensemos más en la Venezuela que no somos que en la Venezuela que podemos ser, si superamos la desesperanza. Un proceso que ilustraré con una historia:

Hace mucho tiempo a las afueras de Tokio, vivía un maestro Samurai que se dedicaba a enseñar a sus estudiantes el arte del Zen. Tal era su maestría que muchos decían que era imposible vencerlo. Pero un día llegó al pueblo un guerrero joven y arrogante que jamás había sido vencido en combate. Era conocido por usar la intimidación como arma para provocar a su adversario y una vez que éste respondía a la provocación con el primer golpe, el hábil guerrero aprovechaba para atacar justo en el punto débil de su adversario, poniendo la contienda a su favor. Era tan hábil haciendo esto, que todo aquel al que retaba, terminaba por sufrir la hiel de la derrota.

En sus ansias de fama y reconocimiento, el joven guerrero decidió buscar al anciano maestro para retarlo en combate. Si le ganaba a alguien tan respetado, su fama nunca sería cuestionada, y así lo hizo. Por su parte, el sabio maestro decidió aceptar el reto, a pesar de que sus discípulos le pidieron que no lo hiciera, porque el joven guerrero tenía fama de jugar sucio y de ser despiadado con sus adversarios.

Ambos guerreros se reunieron en la plaza del pueblo y comenzó la contienda. El más joven atacó verbalmente al maestro, insultando incluso a sus ancestros, pero el maestro no hacía nada, no se levantó, no se defendió y se mantuvo sereno aun cuando el retador trató por horas de provocar una reacción que diera pie al combate cuerpo a cuerpo. Finalmente, humillado y cansado, el joven guerrero se retiró de la plaza, al tiempo que los discípulos le reclamaban al maestro su cobardía por no pelear para defender su honor.

En ese momento el maestro les preguntó ¿Si alguien te ofrece un regalo y tú no lo aceptas, de quién es el regalo? De quien lo ofrece, respondieron los discípulos. Entonces, de la misma forma, si no aceptas la violencia como regalo, esta se queda solo en quien desea dártela.

Si imaginamos la situación del país como si fuera este joven y arrogante guerrero que viene a retarnos y a ofrecernos desesperanza, cabe preguntarse ¿Cómo nos estamos comportando los venezolanos? Como el maestro sabio que no acepta recibir del contexto lo que este ofrece o cómo los discípulos del maestro, que esperaban que éste respondiera con agresión a las agresiones del retador.

La respuesta a esta pregunta está en cada venezolano. Se puede responder a la injusticia con actos contrarios a la justicia o a la insensatez con insensatez. Sin embargo, el que se siente libre a pesar de la opresión, el que emprende a pesar de la inseguridad jurídica, el que dedica tiempo a atender las necesidades de otros por vocación de ayudar, el maestro que imparte clases memorables aunque no le alcance el sueldo y el que duerme tranquilo porque hizo las cosas bien cuando nadie lo estaba mirando, son como el sabio. Lo de afuera, lo que les afecta pero no controlan, su carga, su dificultad, no los define. Solo lo hacen sus actos.

Las personas que son como el sabio -aunque no lo sepan- construyen un gran país todos los días. Lo hacen con buenas acciones que inspiran a otros a hacer lo mismo porque las buenas acciones son contagiosas, generan esperanza en la humanidad.

Ser como el maestro implica hacerse cargo de uno mismo en el proceso de volverse mejor de lo que el joven guerrero dice que podemos ser. Porque Venezuela sin su gente, es solo un punto en el mapa, un hermoso pedazo de tierra con fronteras, pero la Venezuela que podemos ser depende de las personas que decidamos ser.

Conversar sobre los logros científicos, deportivos, artísticos, empresariales y académicos de otros venezolanos y sentir orgullo por lo nuestro, plantearnos metas e imaginarnos lográndolas, puede ser una manera de decirle que no al contexto que solo quiere regalarnos desesperanza.

Especial para El Sumario.

M.Sc. Carmen Militza Buinizkiy

Directora Ejecutiva de CAPEFI / Editora de www.asisoytricolor.com.

Carmen Militza Buinizkiy
Carmen Militza Buinizkiy