
El Sumario / Entretenimiento – En el viaje homérico que el actor español Pedro Alonso emprendió tras el pelotazo de ‘La casa de papel’ aparecen chamanes y peyote, curanderos y ayahuasca, hielo y agua. Y la espiritualidad, el miedo y la vida porque el documental que acaba de estrenar es una odisea en busca de una forma de reconectar (nos) con el mundo.
‘En la nave del encanto’ se titula, y se puede ver en Netflix desde esta misma semana. Es una ‘road movie’ por México, por un lado, y un viaje por ritos ancestrales, ceremonias chamánicas y sustancias alucinógenas, por otro. Una búsqueda en cualquier caso.
Alonso, junto al codirector Enrique Baró, atiendió a EFE en un hotel de Madrid para hablar de este documental que ha escrito, producido y realizado, y en el que ha expuesto hasta su alma.
Honestidad de Pedro Alonso
‘En la nave del encanto’ aborda «un tema sensible», un «tabú»: el consumo de sustancias vistas como medicinales en las culturas ancestrales mexicanas, pero mal vistas en las culturas modernas occidentales.
Era «fácil pasarse de frenada», muy fácil «pontificar», mucho más fácil querer erigirse en «nuevo gurú de la modernidad». Pedro Alonso, sin embargo, quiso huir de todo esto, así que pensó y debatió con su equipo una fórmula adecuada. Una actitud. Una «honestidad salvaje».
«Si no lo hubiéramos hecho, si nos hubiéramos dejado llevar por los miedos neuróticos de la cancelación, habría confirmado la existencia de la dictadura del pensamiento único. (…) Si no lo hacía, estaría estrechando los márgenes de la conversación», prosigue.
‘En la nave del encanto’ es el viaje interior-exterior de Pedro Alonso. Difícil equilibrio para un ego que quiere escapar de su propia trampa.
¿Cómo caminar sobre un equilibrio tan fino? «Yo hablo de mí en primera persona, pero la conversación es universal». Porque esta ‘road movie’ plagada de temas rock e ‘indie pop’ no va de drogas. Las ceremonias no sólo abordan la inmersión en los mundos alternativos a los que llevan las plantas alucinógenas.
Hay mucho más, exclamó Alonso. «Son ceremonias rituales de respeto, nunca con ánimo recreativo. Estamos ahí con una finalidad de conocimiento, de conexión», arguye antes de proclamar: «No quiero caer ni un poco en decirle a un chico ‘vete a meterte una ayahuasca y verás qué guay’. No procede. Buscamos vías meditativas para desmontarnos».
Cuenta Alonso que «cuando te metes en agua fría, a dos grados, tu cuerpo y tu mente te dicen que te mueres, sal de aquí, pero entonces hacemos un trabajo holístico e integral que consiste en regular la respiración, y en 35 segundos tu pensamiento neurótico desaparece».
Un camino tras la depresión
Alonso comenzó a transitar este camino de sanación a raíz de una «depresión severa», tras cumplir 30 años de edad.
«A mí me ha hecho muy bien, pero hay que tener cuidado. Esto está en los márgenes. Yo no me iría con un tipo que viene y me pide ir en su Fórmula 1. Es importante la preparación y el magisterio del especialista. Y todos hemos vivido experiencias con las drogas, además. Todos. La gente se pone ciega con drogas oficiales mientras exige a su hijo que no lo haga», ahonda.
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Con información de EFE Servicios
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