Los casos de la venezolana Yvelice Ramírez, o la colombiana Mariana Álvarez, demuestran que es posible cuidar nuestro ecosistema

Mientras se discute en la Cumbre del Clima en París qué medidas a gran escala pueden tomar los países para frenar el calentamiento global, cada vez son más las personas de a pie -como tú- que gradualmente introducen cambios en sus vidas por el bien del planeta.

Y no se trata de poner la vida patas arriba de un día para otro. «Esto no se decide en un día, sino que se va construyendo», le aclara a BBC Mundo Yvelice Ramírez, una venezolana que empezó a cambiar sus hábitos después de emigrar a España hace unos 15 años.

«Al ver que en las calles había tres contenedores, te cambia el chip completamente», agrega. Sin embargo, Ramírez comenta que con el tiempo se dio cuenta que reciclar es solo un granito de arena en el mar de cosas que se pueden hacer.

Así que la primera medida «drástica» que tomó junto con su familia fue cambiar la manera de comer. «Al nacer nuestra hija queríamos comer más sano. Y nos dimos cuenta que algo no puede ser sano si no es medioambientalmente sostenible».

La alimentación también fue el detonante para Mariana Álvarez Matijasevic, una colombiana que si bien desde que tenía 7 años ya le hablaba a sus amigos de lluvia ácida, problemas de invernadero y la capa de ozono, no fue hasta -ya de grande- que decidió dejar de comer carne e introducir cambios en su vida.

«Lo hice porque ya había una relación entre el consumo de animales, la contaminación del agua y los efectos de gases invernadero», le explica a BBC Mundo. «Me preocupé por el origen, los ingredientes y el proceso que hay (en la producción) así como en productos de uso cotidiano», agregó.

«Comer sostenible no es fácil», advierte Yvelice. «Siempre se requiere un esfuerzo». Por lo general los supermercados ecológicos son más caros, y en una época de crisis económica la solución fue participar en una cooperativa. «Pero esto implica que tienes que trabajar». La adquisición de alimentos a granel fue una alternativa tanto para Ramírez como para Álvarez. Esta última incluso se lleva los contenedores a la tienda para que ni siquiera le den bolsas de papel.

«Muchas cosas las hago en casa, como la mermelada o la mantequilla de maní», comenta Álvarez. «Por lo general comemos en casa, con lo que no hacemos mucho uso de elementos desechables». Álvarez también prepara productos de higiene personal y de limpieza. «Mi champú para el cabello es uno de barra que hago yo».

Ramírez tiene la ventaja de vivir en una ciudad amigable para los ciclistas. «Barcelona es perfecta para ir en bici». Y en casa de Ramírez tienen un reloj de arena en el baño para ducharse en tres minutos. «¡Y se puede hacer!», asegura.

«Me parece complicadísimo vestirse sostenible, porque la ropa ecológica es muy cara», confiesa Ramírez. «Entre mis amigas tenemos un mercado de trueque de ropa». Ninguna de las dos siente que están haciendo un esfuerzo para llevar una vida más ecológicamente amigable.

 

KYL

Con información de BBC Mundo.

Yvelice Ramírez
Cualquier esfuerzo es importante en la lucha por salvar nuestro planeta.