Para entender al país debemos cambiar la concepción de los hechos, dice. Si no se pone fin a la historia individual, seguirá el ciclo del héroe caudillo libertador

Supongamos por un momento que la historia de Venezuela hubiese sido distinta. No porque los españoles no hubiesen llegado nunca, sino porque nuestra concepción de su venida hubiese sido distinta. Sin indagar un poco en la persistente tesis de los No Descubiertos de Agustín Blanco Muñoz no alcanzaríamos ni a vislumbrar un pedacito de su mundo.

“Los No Descubiertos, decimos, es desde 1492 (con) el proceso de la invasión. Y la invasión significa la masacre, la negación de la vida, la utilización del ser humano para los grandes intereses económicos, políticos y humanos. ¿Ves que es otra cosa? ¿Ves que es concepto? ¿Ves que no es suma de hechos?”, explica Muñoz con un fuego interno difícil de adivinar en su pausada persona.

Por lo menos desde la década de los 60 Muñoz ha sido fuerte en sus pensamientos. Está seguro de que la historia tradicional no sirve para explicarnos lo que somos, simplemente se usa como excusa para el no pensar. La historia positivista atiborra la mente con datos, no forma criterio: es el “no concepto, no pensamiento”.

Sus ideas vienen de la historia actual, disciplina que puso a andar junto a un grupo de historiadores. Desde finales de los setenta se separaron del «orden metodológico liberal positivista» –la historia tradicional enseñada en escuelas y universidades– para acercarse a la teoría del marxismo creador, entendido como el método que Marx empleó para entender y ver la historia como ciencia capaz de captar lo fundamental del hombre.

Siempre está a un paso de la política, y asegura que nada en Venezuela está completo si no se habla de política. Es gracias a esa política que el “expaís”, como dice, sigue por el mismo rumbo. Pero intentó cambiar ese destino cuando entrevistó a Hugo Chávez para su libro Habla el Comandante.

“(Chávez) él, que es un dirigente político formado en la escuela manipuladora del positivismo, no tiene elementos suficientes para asumir esta concepción histórica que niegue su posición liberal positivista manipuladora. Y él entiende con el positivismo que él es un héroe caudillo libertador, porque esa vieja historia se basa en la acción individual de los grandes hombres: César o Nerón o Pérez Jiménez o Betancourt o cualquiera. Suma de personas, suma de dictadores o suma de demócratas, suma de dirigentes, suma de héroes caudillos libertadores”, agrega. La especie de hombres que el venezolano siempre busca para que se conviertan en los próximos salvadores.

Chávez alcanzó a dar el paso hasta la mitad del camino: entendió que era necesario usar la destrucción de los “descubridores”, pero no alcanzó a dar el paso hacia los No Descubiertos; porque, afirma, quienes lo conocen son de alguna manera libres, saben pensar y razonar. Para gobernar con un yugo es necesario tener a ciudadanos que no piensen.

Al hablar de historia en sus palabras nunca titubea, está seguro de sí mismo y de lo que dice. Este hombre que gusta de ir a El Ávila a llenarse los pulmones de aire fresco y el espíritu de tranquilidad, usando ropa deportiva anticuada y el cano afro estirado hacia atrás con una banda deportiva, como relata uno de sus conocidos. Pero Muñoz no habla de sí mismo: “si de mí no hay qué decir”. Allí le cuesta y las palabras se confunden por lo bajo de su voz.

“Yo no hablo como agente importante porque no me considero, ni me voy a considerar nunca, como agente importante, y no es falsa modestia sino es que no tengo cosas transcendentes, importantes. Ponerse a hablar de uno mismo… Yo mismo asumo una especie de elogio… Eso nunca me ha parecido que habla bien de uno. Yo considero simplemente que otros hablen”, dice.

Prefiere analizar hechos, estudiarlos; verlos por lo que son y sacar conclusiones. Es hábil esquivando los temas propios y dirige las conversaciones exactamente hacia donde se propone. Es reservado, respira historia y política.

“Te puedo decir que soy de Maracay, estado Aragua, y que tengo la formación de toda la gente interurbana, toda la gente que estudió primaria, secundaria en el interior, y que luego vine a Caracas a hacer estudios en la Escuela de Historia; me gradué de la Escuela de Historia en 1966 y que luego hice unos estudios en Ciencias Sociales en 1980, y que soy profesor titular de esta universidad (Universidad Central de Venezuela) desde mil novecientos ochenta y tanto, que he dedicado un buen tiempo al estudio de la historia de Venezuela y en particular mi trabajo sobre historia actual”, finaliza a modo de introducción apresurada.

Ha escrito más de una veintena de libros, algunos dirían que demasiados. En cada uno de esos proyectos ha entrevistado a gente destacada de la esfera política: Carlos Andrés Pérez, Pedro Estrada, Marcos Pérez Jiménez, Hugo Chávez, entre numerosos otros. Ninguno fue obligado a participar del proceso, todos dieron sus testimonios y participaron de la creación de un libro que al final no es solo de Muñoz y sus colaboradores, sino que también pertenece a los testimoniantes, quienes se convierten “en un autor como examen de su propia obra”.

Es la historia actual, el estudio de lo que está ocurriendo, “una síntesis de un proceso” que nace del conocimiento de lo que viene pasando desde el origen de América.

“Te paras en el 6 de diciembre de 2015 a hacer un examen histórico, no periodístico, y decir 112 contra 55, ¡una palizaaa! Lo que interesa es cómo se llegó a esto en un momento en el cual todo el mundo acusaba al CNE (Consejo Nacional Electoral) de tramposo y fraudulento, y que el 6 de diciembre deja a un lado lo tramposo y lo fraudulento para convertirse (…) en el organismo más pulcro, más objetivo y confiable que hay en Venezuela, en Latinoamérica y el mundo. Allí hay un fenómeno explicable, allí se detiene el historiador de lo actual. El historiador de lo actual no dice: ay, sí, ganó la oposición, aplastó al Gobierno. Ya va, un momentico”, recalca.

Comprender la totalidad del contexto significa “entender el proceso político, electoral venezolano. Saber la historia de la negociación en Venezuela, la negociación política, en la independencia, la que comienza con Cristóbal Colón (…) está en toda la historia”.

Denuncia que todo está avisado. Que la política en Venezuela no es pura ni impoluta y que todas las instituciones políticas, es decir los partidos, tienen como objetivo central y principal el acceso al poder. “Su vida fundamental no es alcanzar el mejor vivir de una sociedad, ese es el discurso, lo que siempre buscan son parcelas de poder”, insiste.

Amanda Gómez