Sueña con interpretar a “Kitri” en Don Quijote, su montaje favorito, y cuenta que “siento que ella es como yo, eléctrica, enérgica, optimista”

El Sumario – Josefina Eugenia Mondolfi Blanco, es una joven venezolana de 15 años de edad, quien desde pequeña apreció grandiosos espectáculos como el American Ballet Theatre, el New York City Ballet, el Ballet del Teatro Colón de Buenos Aires, el Ballet del Teatro del Kremlin, el Stanislavsky Theatre Ballet de Moscú y el Ballet de la Ópera de París. Desde entonces, supo que su sueño es estar en esos grandes escenarios, por lo que con disciplina, voluntad y sacrificio, se prepara para ello en la Escuela del Ballet Bolshoi, en Moscú, la cual le invitó realizar una residencia durante los últimos tres años.

La Academia Estatal de Coreografía de Moscú, conocida como Escuela de Ballet del Teatro Bolshoi, fue fundada en 1763 como orfanato por orden de Catalina la Grande, pero no fue sino hasta 1773 cuando se impartieron las primeras lecciones de danza. Hoy día, es una de las instituciones de ballet más prestigiosas y la más antigua del mundo.

Josefina Eugenia conoció el ballet gracias a una prima bailarina que vivía en Estados Unidos y en una entrevista, explicó que cuando pasaba las vacaciones con su familia le “gustaban mucho los movimientos que hacía, la gracia que tenía. Mi abuela y mi mamá también bailaron de pequeñas. Mi madre entonces me inscribió en ballet como una actividad para hacer en las tardes, luego del colegio, algo que me divirtiera. Pero me lo fui tomando muy en serio”.

Inició su formación en la Academia de Ballet Nina Novak y continuó en el Ballet del Mar y a los 11 años de edad se inscribió en la Russian American Foundation, en Connecticut, Estados Unidos, un programa de verano del Ballet Bolshoi que también tiene sede en Nueva York, y en varios países. Fue tres semanas, durante dos años seguidos, en donde perfeccionó su técnica y se sometió a un riguroso entrenamiento en ballet clásico, danza contemporánea, danza carácter (folklórica), repertorio clásico, preparación física, actuación y ruso.

Un día con Josefina Eugenia: idioma, estudios y más ballet

La joven señala que su rutina “comienza a las 9:00 de la mañana con clases de ruso. Me llevo muy bien con el idioma. Ya lo hablo, lo leo y lo escribo. No fue difícil aprenderlo (…) tiene muchas reglas gramaticales y un abecedario completamente distinto al nuestro”.

Seguidamente, pasa a clases de ballet cásico. Luego de almorzar y un pequeño receso, asiste a lecciones de danza carácter, repertorio clásico, actuación, danza contemporánea, según el día. De lunes a sábado hasta las 6:30 de la tarde. Solo puede salir de la academia tres veces a la semana, durante media hora. El domingo es el único día libre. Así como dos semanas de diciembre por las fiestas de Navidad y Año Nuevo.

Además de su formación como bailarina, Josefina termina su bachillerato venezolano por Internet a través del programa online Dawere. Cursa tercer año y señala que aprovechó la pausa por la cuarentena para estudiar mucho. “Los domingos adelanto bastante”, señala. Pero lo tiene claro: “Yo lo que quiero es ser bailarina”.

Disciplina, voluntad y sacrificio

Josefina Eugenia indica que una de las cosas que más trabajo le lleva del acostumbrarse a Moscú, es adaptarse al clima, y comenta que “ha sido muy duro. Y también acostumbrarme al cambio del tiempo según las estaciones. En invierno oscurece muy temprano. Y es terrible”.

Este año, tres mexicanas, una panameña y una argentina, junto con Josefina, son las únicas latinoamericanas que ingresaron a la escuela del Bolshoi. Sin embargo, cuando se declaró la pandemia del coronavirus e iniciaron las medidas de confinamiento, en marzo, los 13 estudiantes internacionales del programa se quedaron en el internado mientras los demás regresaron a sus casas.

Por lo que la joven bailarina comenta que “pasamos tres meses encerrados en la escuela, tomábamos clases online y podíamos utilizar los salones. Pero nos afectó mucho a todos porque no es lo mismo”. Además, afirma que “mientras estuvimos sin lecciones, hice clases por mi cuenta y mucho ejercicio, sobre todo barra. Siempre me mantuve activa”.

Eugenia sabe que el ballet exige sacrificios y es mucho a lo que ha renunciado, y destaca que “salí de mi casa muy pequeña y ha sido duro estar sin mi familia. Todo mi tiempo está dedicado al ballet, mientras gente de mi edad va a fiestas, se divierte, hace muchas cosas, yo solo me dedico a aprender y a bailar. Pero vale la pena”.

Perseguir sus sueños, lograr las metas

Sueña con interpretar a “Kitri” en Don Quijote, su montaje favorito, y cuenta que “siento que ella es como yo, eléctrica, enérgica, optimista”. Y, en 10 años, espera formar parte de una gran compañía como el American Ballet Theatre, La Scala Theatre Ballet, el Staatsballet de Berlín o el Bolshoi. “Pero es muy difícil entrar al Bolshoi siendo extranjera. Muy difícil”, dice sin lamentarse.

Le da mucha tristeza que en Venezuela el ballet no sea tomado en cuenta, y que la compañía del Teresa Carreño no sea lo que fue en el pasado. Admira a Svetlana Zajárova, prima ballerina del Bolshoi; se enfoca y todas sus energías están puestas en llegar al American Ballet Theatre y subraya que “me quedan cuatro años en la academia. Entonces estaré lista para llegar a Nueva York”.

De interés: Daniel Sega Neuman, el venezolano que desde la NASA continuará sus investigaciones sobre los anillos de Saturno

Rubén Vásquez

Con información de Prodavinci y El Nacional