Su derrota en la final de Wimbledon, ante Serena Williams (1), pareciera ser sólo una circunstancia. Se ve Muguruza para rato

Hay muchas maneras de perder una final de un Grand Slam. Garbiñe Muguruza todavía no sabe lo que ha logrado, aún perdiendo.

En el primer set colocó a Serena Williams 2 games abajo, quebrándole su primer servicio. Incluso en el tercer game estuvo 30-0 arriba. En ese punto teníamos a una Serena que cometía doble faltas y errores no forzados. La acertada estrategia de la nacida en Guatire no permitía que la número 1 sacara su mejor juego. Pero Williams no llegó al sitial de honor hace un par de días. A fuerza de estrategia y golpes ganadores emparejó el set a 4 y logró quebrar el servicio de Garbiñe en el décimo game para llevarse el set 6-4.

El segundo set inició con un mensaje claro de Williams. Ganó su primer servicio y luego rompió el de la hispano-venezolana en los games 4 y 6, para colocarse con un cómodo 5-1 y sacando. En este punto, la múltiple ganadora de Wimbledon había recetado unas cuantas devoluciones magistrales y servicios incontestables. Pero era la propia falta de concentración de Muguruza lo que más le pasó factura.

Ya con el juego claramente cuesta arriba, Garbiñe se lo volvió a creer. Quebró dos veces seguidas el servicio de Serena y se puso 5-4 sirviendo. La audiencia celebraba sus devoluciones, mientras la ganadora de 21 Grand Slams daba golpes anchos o los dejaba en la red, ante el asombro de algunos (no tantos). Parecía que la retadora tomaría el control del partido. No fue así. Quedará para el anécdota la devolución de Serena que pegó en la red y descolocó a Garbiñe, quedando 0-30 abajo. El resultado final, un engañoso doble 6-4.

Pero para los entendidos del tenis el mensaje de Garbiñe Muguruza es claro. Viene con todo a faltarle el respeto a las grandes. Kerber, Wozniacki, Bacsinszky, Radwanska y la propia Williams lo certifican.

Iván Vera

Fotografía REUTERS/Sean Dempsey/Pool