Artículo en El Sumario de Gabriel Roar

El Sumario – En ocasiones y ante la incapacidad de demandar afecto, atención o cariño, la enfermedad surge como la opción ideal para ello. Se convierte en una herramienta, en un vínculo que mantiene a los demás seres significativos atentos, pendientes y a tu servicio cuando estás enfermo. También se ha visto el caso, en donde es ese ambiente el que resulta el óptimo para que terceros de nuestro círculo afectivo se vinculen, se hablen, se ayuden… solo necesitaban una excusa lo suficientemente fuerte y valedera como para que nadie pueda negarse, necesitaban una excusa noble.

Decía Sun Tzu en El arte de la guerra: “el enemigo externo consolida el enemigo interno” es por ello que muchas veces ante la enfermedad de un hijo, por ejemplo, los padres dejan sus diferencias a un lado y se unen para luchar contra la enfermedad de su hijo. Esta es una de las ganancias o mecanismos menos reconocidos, pero, desafortunadamente muy común sobre todo en los niños para que sus padres estén juntos. Ellos se convierten en los responsables de la unión, en la amalgama familiar.

Al unirse para combatir algo tan terrible como la enfermedad de un hijo, también se espera que se genere paz, unión y que en este momento bajen los ataques entre las partes, por ello, se genera una suerte de armonía funcional para actuar como una familia otra vez.

Este bienestar, por transitorio que sea, puede ser una gran fuente de padecimientos e incluso un mecanismo de cohesión consolidado en donde la familia se organiza en torno al paciente o al portador del síntoma.

Sin embargo, según palabras de Virginia Satir, la que necesita atención es esa familia y sus formas de relacionarse y manifestar afecto, más no el paciente.

Gabriel Roar, Comunicador especializado en Bioenergética

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