En el corazón de las colinas del norte de Tailandia, las mujeres de los cuidadores de elefantes recogen los granos de café de los excrementos de los animales. Una vez lavados y tostados, se convertirán en un producto único, de los más caros del mundo.

«Cuando presenté mi proyecto a los cornacas (guías y cuidadores de los elefantes), me tomaron por loco», recuerda Blake Dinkin, fundador de la empresa Blacky Ivory Coffee.

Este canadiense se lo pensó mucho antes de viajar al distrito de Chiang Saen, fronterizo con Birmania y Laos, más conocido por el tráfico de drogas que por el café.

Primero pensó en utilizar civetas (pequeños mamíferos carnívoros), para fabricar un café llamado kopi luwak, que se produce ya en África y en Asia.

Igualmente, barajó la hipótesis de utilizar leones o jirafas, antes de descubrir que los elefantes comían café de vez en cuando durante los periodos de sequía en el Sudeste Asiático.

«Al principio pensé que dándoles a los elefantes algunos granos conseguiría un buen café. Pero resultó imposible de beber. Necesité nueve años para conseguir lo que realmente buscaba», asegura Dinkin.

El estómago del elefante funciona como una olla de cocción lenta, donde los granos de café se marinan con las otras hierbas y frutas que consumen los paquidermos, explica el productor. Los jugos gástricos, por su parte, permiten eliminar el amargor del café, asegura.

Hasta ahora, este café solo se puede encontrar en hoteles de lujo de Asia, donde cinco tazas se venden por más de 68 dólares.

LS

Con información de El Comercio.

Fotografía Gettyimages.