El cuidado regular puede evitar que surjan varios problemas en los pies. Se recomienda darse un baño de pies una vez por semana. El agua no debería estar demasiado caliente y el baño no debería durar más de cinco minutos para que la piel no se ablande demasiado. La piel más dura debe eliminarse con piedra pómez. Sin embargo, no hay que exagerar: si se elimina piel de forma excesiva, se forman más callos.

La piel escamosa o agrietada, así como sentir un picor molesto, pueden ser señales de que hay un hongo. Los hongos son más fáciles de contagiar en los lugares cálidos y húmedos, pero también en las alfombras de los hoteles. La mejor protección contra ellos son las ojotas. También es importante secar bien el espacio entre los dedos, dado que la humedad fomenta la formación de hongos.

En caso de duda, lo mejor es consultar con un dermatólogo. El riesgo de no reconocer un hongo es que se lo lleva a todos lados, contagiando a otras personas, incluso a los propios familiares que usan el mismo baño. El tratamiento suele consistir en la aplicación de una crema antimicótica durante unas tres semanas. Muchos, sin embargo, cometen el error de usarlas durante poco tiempo. El peligro es que sigan quedando esporas de hongo en el piel y éste reaparezca.

Por otro lado, si las uñas se vuelven amarillentas y duras, lo más probable es que tengan un hongo. De ser ese el caso, lo mejor es ir al dermatólogo. Si sólo está afectada la mitad delantera de la uña, se suele recomendar pintarla con un esmalte especial que mata al hongo y permite que la uña siga creciendo sana. Cuando el hongo alcanzó la raíz de la uña, hay que tomar un remedio antimicótico prescrito por el médico.

En cuanto a las uñas encarnadas, suelen tener una sola causa: se las cortó muy cortas, sobre todo en las esquinas, por lo que, al crecer, al haberse alterado la forma, la uña no encuentra el espacio suficiente. Éstas pueden causar desde dolor al caminar hasta inflamaciones. Si apenas pellizca un poco, puede ser de ayuda un baño de pies con mucho champú o jabón. La otra opción es acudir a un podólogo, que cortará la uña que creció mal de modo que ésta vuelva a hacerlo bien encauzada.

Por último, hay que saber que cuando la piel del pie está sometida a demasiada presión, se protege formando callos. El origen del callo puede estar en una mala pisada al caminar. Sin embargo, en la mayoría de los casos se deben a «daños autoinfligidos», como, por ejemplo, usar zapatos demasiado apretados. En un principio pueden ayudar compresas que ablanden la piel, que luego se elimina cuidadosamente con piedra pómez. Para que el tratamiento sea efectivo, hay que repetirlo varias veces.

LS

Con información de dpa.

Fotografía Gettyimages.