Se puede decir mucho de Andrés de Jesús María y José Bello López y no terminar de asombrarnos con lo prolífica que fue su carrera en innumerables campos de la vida pública tanto en Venezuela como fuera de ella.

Chile se encargó de abrazarlo tan fuerte que a 150 años de su muerte, sus restos mortales aún descansan en Santiago.

Desde el colegio fue nuestra referencia obligada en el buen uso del castellano y hoy por hoy, se mantiene vigente en aquellos que disfrutan de la lengua más rica del planeta. Que me disculpe David Crystal, sociolingüista británico considerado una autoridad mundial en el triste tema de la muerte de las lenguas, quien afirmó hace unos años: «no hay lenguas más ricas que otras». Ya esto es un asunto de pasión, y la pasión no tiene mejor descripción que en la lengua castellana.

Nació en Caracas el 29 de noviembre de 1781. Su formación cultural se vio influenciada por hechos como el de haber sido educado por sacerdotes, haberse relacionado con enciclopedistas y haber tenido ilustres amigos como Humboldt. De su brillante curriculum se conoce que dio lecciones gratuitas de geografía a Bolívar, dos años menor que él. Fue enviado con Bolívar y López Méndez a gestionar el apoyo inglés en 1810, se quedó en Londres, donde vivió dando lecciones de latín y castellano hasta 1822, luego obtuvo el nombramiento de secretario interino de la legación de Chile, y después, el de secretario de la de Colombia en 1828.

En 1829 se trasladó a Santiago de Chile, donde fue rector de la Universidad Nacional e influyó decisivamente en el desarrollo cultural del país. Este venezolano, quien tanto hizo por la educación pública en Chile, personifica las orientaciones y personificaciones de una cultura hispanoamericana independiente.

Sus dos poemas fundamentales los publicó en las revistas que editó en Londres: en la «Biblioteca Americana», su «Alocución a la Poesía», parte de una composición que debió titularse «América» y que no llegó a la realidad; en su «Repertorio Americano», la «Silva a la agricultura de la Zona Tórrida»; ya en sus primeras poesías se advierte la influencia de Virgilio y la orientación neoclásica que no abandonaría nunca el poeta, a pesar de ciertas chispas de romanticismo.

Sus silvas a la poesía y a la agricultura constituyen el grito de la independencia literaria hispanoamericana; la guerra se ganó, hay que construir la paz en una dedicación constante al cultivo del espíritu y del campo de América; las lecciones de Virgilio y los consejos de Humboldt se conjugan para una realización neoclásica, didáctica y descriptiva.

¡Oh jóvenes naciones, que ceñida
alzáis sobre el atónito occidente
de tempranos laureles la cabeza!
honrad el campo, honrad la simple vida
del labrador, y su frugal llaneza.
Así tendrán en vos perpetuamente
la libertad morada,
y freno la ambición, y la ley templo.

La inquietud del poeta neoclásico por el romanticismo lo lleva a intentos singulares, como el de la «Pière pour tous» de Víctor Hugo pero en versión española que intituló «Oración para todos» publicada en 1830, de la cual hay quienes afirman que no es una traducción sino una adaptación superior al original. La reconstrucción del «Poema del Cid» nos presenta la imagen del erudito moderno que supo captar y asimilar el tono europeo con sencillez y elegancia espiritual; los «Principios de Derecho de Gentes», de 1847, nos presentan al jurista capaz y preparado que se desempeña certeramente en la política internacional.

Quizás el aspecto más perdurable de su personalidad es el de filólogo, obras como la ya citada del «Cid», sus «Principios de Ortología» y sobre todo «Gramática Castellana», obra de sencillez revolucionaria impregnada de la intuición genial de Andrés Bello. La Real Academia Española de la Lengua lo nombró miembro honorario en 1851.

Hispanoamérica lo considera un caudillo intelectual de su independencia y lo venera como maestro de las generaciones modernas hispanoamericanas. Murió en Santiago de Chile en 1865.

De las últimas fotografías que se conocen de Don Andrés Bello, siempre acompañado de un libro.
De las últimas fotografías que se conocen de Don Andrés Bello, siempre acompañado de un libro.

KYL

Con información de agencias.