El Sumario – La embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, dejó claro hace meses que la intención de su país es recortar fondos para las misiones de paz del organismo internacional.

Actualmente la ONU tiene en marcha 15 misiones de paz. Las mayores y más peligrosas están en África pero también otras en Líbano, Chipre o el Norte de Pakistán. Nikki Haley ya se vanagloria de los primeros recortes, pero pide más. «Acabamos de empezar», tuiteó. Por ahora ya se han visto mermadas las misiones en Congo y Haití, sobre todo por presiones de Estados Unidos, el principal contribuyente.

Las Naciones Unidas deben asumir más responsabilidad como «policía mundial», pero sus medios para ello se reducen. «Si faltase un contribuyente importante, repercutiría en las misiones o el cuartel general», explica Carsten Twelmeier, director de la división policial de la misión de la ONU en Kosovo. «Cuanto menos reciba, menos puedo hacer».

La ONU tiene desplegados 60.000 soldados y policías en las grandes misiones de África: en Congo, Sudán del Sur, Mali o la República Centroafricana. Deben contener enfrentamientos civiles, a rebeldes o islamistas, pero sus éxitos son más bien modestos.

Son una muestra de cómo han evolucionado las misiones de la ONU. Al principio, el objetivo era garantizar la paz y los acuerdos de alto el fuego, apunta Stefan Feller, hasta noviembre asesor policial del secretario general de la ONU. Pero ahora quedan pocas de esas misiones clásicas en «conflitos congelados», como en Chipre. Actualmente se trata más de conflictos internos, extremismo o terrorismo.

En Mali la misión Minusma intenta estabilizar a un país acosado por los terroristas islamistas y los rebeldes. Pero las zonas del Sáhara del norte ofrecen un refugio idóneo para los terroristas aliados de Al Qaeda. Cerca de 90 cascos azules murieron en Mali en atentados y ataques desde el inicio de la misión, en 2013, lo que la convierte en la más peligrosa. Y por el momento no se vislumbra una mejora de la situación.

Tampoco genera mucho optimismo la misión Monusco de Congo, la mayor y más cara que tiene en marcha la ONU. El think tank International Crisis Group (ICG) teme que haya una nueva escalada de violencia en el país centroafricano, pues el presidente, Joseph Kabila, parece querer aferrarse al poder a cualquier precio. Al menos 10 de las 26 provincias congoleñas están «en las garras de conflictos armados», advierte el ICG. Debido a las huidas masivas, el hambre y la violencia, Congo sufre una de las mayores crisis humanitarias del mundo, junto a Siria, Irak y Yemen, apunta la ONU.

Los casi 17.000 soldados y policías de la ONU desplegados en el país africano no pudieron evitar el estallido de una nueva crisis en la región de Kasai desde el año pasado, como tampoco consiguen controlar la violencia de las milicias en la zona este, rica en materias primas. Allí murieron a principios de diciembre 14 cascos azules en un ataque contra una base de la ONU. Según el secretario general del organismo, António Guterres, se trata del «peor ataque contra tropas de paz de la ONU» en la historia reciente.

La misión en Congo cuesta unos mil 190 millones de dólares anuales, pero en realidad nadie espera que los cascos azules puedan procurar paz en la nación africana. Por eso Estados Unidos parece estar cuestionando su sentido. Pero los expertos advierten que una retirada de la ONU podría desembocar en una guerra civil con capacidad para arrastrar a países vecinos como Ruanda. Las tropas de la ONU evitan al menos el colapso del Estado ante un riesgo real. Sin ir más lejos, en septiembre una milicia intentó tomar la ciudad oriental de Uvira pero fue repelida con ayuda de la misión Monusco.

Pero para la central de la ONU no siempre es fácil defender ante las críticas el presupuesto de 7.300 millones de dólares para las distintas misiones. Hay duros fracasos, como el de Haití, donde cascos azules nepalíes transmitieron el cólera en 2010 y provocaron la muerte de más de 9.300 personas. Y también cientos de acusaciones contra cascos azules por abusos sexuales, sobre todo en Haití y la República Centroafricana.

A pesar de todo, según un estudio de la Universidad de Columbia las misiones de paz funcionan. Cuando tras una guerra civil se estacionan cascos azules, disminuye en casi un 70 por ciento la posibilidad de nuevos combates. Incluso Trump reconoció ante la Asamblea General de la ONU que las misiones supusieron una «contribución incalculable» a la estabilización de los conflictos en África. Aun así, no dudó en sacar el rotulador rojo en lo que se refiere al presupuesto estadounidense.

Johannes Schmitt-Tegge y Jürgen Bätz (dpa)

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