El hombre de 54 años promovió y llevó a cabo un referéndum para que Cataluña se separara formalmente del Reino de España

El Sumario –  Bolígrafo en mano, Carles Puigdemont apuntó este viernes cada «sí» y cada «no» durante el recuento de la votación que dio luz verde en el Parlamento de Cataluña al inicio de un proceso para constituir una república independiente en la región. Era, quizá, uno de los momentos más importantes de su vida. Y también del proceso soberanista que llevó hasta el límite y que tiene a España en vilo.

Sesión en el Senado de Madrid, España, sobre el desafío independentista de Cataluña este de 27 octubre. Fotografía PSOE/PSOE/dpa
Sesión en el Senado de Madrid, España, sobre el desafío independentista de Cataluña este 27 de octubre. Fotografía PSOE/PSOE/dpa

Meticuloso, obstinado e independentista convencido, en las últimas semanas se vio situado en una encrucijada: ceder ante las voces que le pedían poner freno a sus planes soberanistas o seguir adelante con todas las consecuencias. Entre ellas, una probable destitución de su cargo e incluso un ingreso en prisión, si la Fiscalía pone en marcha una querella que prepara contra él por un delito de rebelión.

Su nombre está en las portadas de diarios de todo el mundo un año y diez meses después de ponerse al frente del Gobierno regional de Cataluña casi por casualidad, cuando era un completo desconocido.

Su nombre no aparecía en ninguna de las apuestas para relevar a Artur Mas cuando éste se vio obligado a dar un paso atrás presionado por la CUP, un partido antisistema catalán que no lo veía con buenos ojos.

La necesidad del apoyo de esta fuerza al Gobierno de la región en el Parlamento catalán era tan importante entonces, en un momento clave del proceso separatista, que el hombre que lo había impulsado desde el inicio tuvo que retirarse para evitar una crisis.

Y Puigdemont, hasta entonces alcalde de la ciudad catalana de Gerona, asumió la presidencia del Gobierno regional con la misión de guiar a la región hacia la ruptura con España.

«No son tiempos para cobardes ni para los que les tiemblan las piernas. Nos toca asumir responsabilidades», dijo en su discurso de investidura el 10 de enero de 2016. «Soy consciente de que iniciamos un proceso que no es fácil ni cómodo. Habrá que poner valor y coraje pero no temeridad», añadió ese mismo día.

Nacido en Amer, Gerona, en 1962, Puigdemont lanzó su mayor desafío a principios del pasado septiembre cuando, desoyendo a la Justicia y al Gobierno español, convocó junto al resto de su Gobierno un referéndum de independencia para el 1 de octubre.

Esa misma noche, tras una turbulenta jornada con irregularidades en los locales electorales y violencia por parte de los policías que intervinieron para tratar de parar la consulta, que había sido suspendida por la Justicia, el líder catalán reclamó la secesión de la región del resto de España.

«Con esta jornada de esperanza y también de sufrimiento, los ciudadanos de Cataluña nos hemos ganado el derecho a tener un Estado independiente que se constituya en forma de república», dijo en una declaración institucional que dio la vuelta al mundo.

Muchos le tildaron de temerario desde entonces y lo acusaron de poner a Cataluña al borde del precipicio. Al contrario que su predecesor en el cargo, Artur Mas, quien fue evolucionando desde el nacionalismo hacia el independentismo, Puigdemont fue siempre un separatista convencido.

Miembro del partido de Mas, hoy llamado PdeCAT, formó parte de diversas organizaciones independentistas catalanas y estuvo al mando de la asociación que congrega a los municipios que defienden la secesión de Cataluña, responsable de organizar las primeras consultas soberanistas en la región española.

Diputado en el Parlamento de Cataluña desde 2006, un año después encabezó la candidatura de Convergència i Unió (CiU, coalición nacionalista liderada por Mas hasta que se fracturó, en 2015) al Ayuntamiento de Gerona, ciudad de 100 mil habitantes. En aquella ocasión no ganó las elecciones y se mantuvo en la oposición hasta 2011, cuando se convirtió en alcalde.

Aunque estudió filología catalana, se dedicó al periodismo hasta que entró en política y llegó a ser redactor jefe del diario catalán El Punt y director de la agencia pública de noticias de la región, además de publicar varios libros y ensayos, entre ellos Cata… què? Catalunya vista per la premsa internacional, (La Campana, 1994).

Amante del rock, es asiduo a las redes sociales, donde publica mensajes casi a diario. Habla español, catalán, francés, inglés y también rumano ya que su pareja, llamada Marcela Topor y 15 años menor que él, nació en Rumanía. Con ella tiene dos hijas.

El 25 de enero de 1983, cuando tenía 21 años, volvió a nacer al superar un grave accidente de tráfico que le destrozó la cara y le dejó cicatrices que cubre con su peculiar peinado, objeto de bromas incluso dentro de su partido. Ahora es su futuro, e incluso su libertad, lo que está en el aire.

 Ana Lázaro y Laura del Río (dpa)

Fotografía Rex/Zuma Press/dpa