El discurso del cuerpo técnico ha estado lleno de claridad en lo referido a objetivos. Chita lo ha dicho varias veces: su objetivo es el Mundial. La Copa América, por consecuencia, se convertía en la ocasión idónea para hacer una especie de “pretemporada”, como esos torneos de verano que abundan en Argentina.

De a poco, el objetivo luce menos titánico. En muy poco tiempo, la Vinotinto se ha ido adaptando a las ideas de Noel. Ha cambiado patrones de conductas insertados desde hace tiempo, en pro a internalizar los updates.

Frente a Perú, pese a la derrota, se siguieron viendo rasgos que ya se entienden como distintivos de esta selección. Un equipo que compite en cualquier circunstancia y que pretenderá regodearse en una característica fundamental para el éxito: la maleabilidad.

Y es ahí donde el capitán, Juan Arango, se erige como principal estandarte. En el inicio de su carrera destacó como un vertiginoso volante de segunda línea, con una pegada de pierna zurda a la altura de los futbolistas más grandes.

En Alemania, tras dejar el Mallorca, se convirtió en un enganche: la pausa fue lo suyo. Organizar a través del toque. Luego, en México, conoció lo qué es jugar como volante de primera línea. Una posición que ha desempeñado sin descuidar sus zancadas hacia el arco rival.

En Chile 2015 ha sido un punta, un delantero. El plan para iniciar las jugadas, de la Vinotinto, ha sido lanzamientos hacia Salomón o Arango, para que estos peinen hacia los volantes de segunda línea. Lo han hecho con una prolijidad envidiable. Por si fuera poco, Juan ha pivoteado y lucido un juego de espaldas al arco casi perfecto que pereciera que toda la vida hubiese sido delantero.

La realidad es que Venezuela logró su cometido inicial hasta el momento de la expulsión. Con un parado aparentemente similar al usado contra Colombia, se desplegó un plan de juego disímil: sin presión y congestionándole la mitad de la cancha a Perú, con basculaciones defensivas prolijas y  Ronald Vargas y Alejandro Guerra muy cerca de los volantes de primera línea cuando tocaba defender.

La roja a Fernando Amorebieta condicionó todo. Fue una tarjeta merecida, que castigó la irresponsabilidad –por intención o ingenuidad– del lateral izquierdo. Sin embargo, a partir de ahí, las soluciones que empezaron a implementarse parecieron coherentes.

Jugando con diez –también por desmerito de Perú– el arco se protegió con solvencia, el equipo se mostró coordinado y se siguió considerando el arco rival. Victorias, no puede prometer ningún técnico. A lo sumo, pueden asegurarse de que sus equipos compitan, y eso lo está haciendo, y de buena forma, Venezuela.

Pese al resultado en contra y el complicado panorama de cara a pasar de ronda, la selección sigue dando pasos firmes hacia su meta competitiva y en su proceso de adaptación e internalización al modelo de juego.

El buen nivel de Vizcarrondo y Tuñez, las participaciones protagónicas de Luis Manuel Seijas, el buen retorno de Ronald Vargas, el camino hacia la consagración de Alejandro Guerra, la adaptación de Arango y la certificación de Salomón como delantero de élite, son pequeños grandes triunfos que no se reflejan en puntos en la tabla de posiciones.

Sin importar lo que pase frente a Brasil, el futuro empieza a mostrar un horizonte que invita al sosiego.

Lizandro Samuel

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Fotografía REUTERS/David Mercado