Oscar Martínez López, Alfredo Lovera y Rodolfo Colmenares, llevan las noticias de una forma jocosa en Hot 94 FM

El Sumario – Son las cuatro de la tarde. Falta media hora para que, en Hot 94 FM, dial 94.1, emisora del grupo FM Center, arranque el espacio «Los buenos muchachos». En el estudio se encuentran dos de los tres locutores: Oscar Martínez López y Alfredo Lovera. La productora se mueve con agilidad por la estrecha sala, mientras las dos voces tratan de conectarse a Internet desde sus laptops. Hay problemas de conexión, como sucede en muchos lugares de Venezuela. De repente, abre la puerta Rodolfo Colmenares, el tercer locutor, quien parece estar teniendo un mal día. Pronto se le pasa la molestia.

Sus compañeros, sin dejar de trabajar, le dan unas palabras de aliento. Rodolfo poco a poco va cambiando el semblante: se está conectando con la buena vibra que debe imperar en Los buenos muchachos. Falta un minuto para arrancar. Los tres conductores o anclas están sentados, con los audífonos puestos. Solo la productora parece tener unas pulsaciones a otro ritmo: ordena papeles, conecta cables, habla por teléfono, cambia comentarios con sus muchachos… Listo. Al aire.

¿Se puede ensayar un programa? Por la dedicación que ponen todos es evidente que no dejan mucho al azar, pero la comicidad que irradian «Los buenos muchachos» surge con una espontaneidad y una química que justifican que muchísimas personas, miles, los escuchen. Las noticias que ofrecen son las mismas que reseña la prensa nacional, el toque diferente radica en la jocosidad con que las abordan. Si alguien presencia el programa en vivo, se dará cuenta de la llamativa sincronía y aceleración con la que los tres compañeros intercambian comentarios. Como en las mejores comedias, los chistes son naturales. Y también inteligentes.

“Lo que tratamos de ofrecer es entretenimiento para que llegues a tu casa tranquilo. Y no solo para que llegues tranquilo, sino también llegues con la información sobre lo qué ha pasado en tu ciudad, sobre todo en Caracas, y en el plano nacional», haciendo especial hincapié en muchísimo entretenimiento, comenta Oscar López.

Rodolfo Colmenares, por su parte, se vale de una analogía para explicar el programa: “Vamos a imaginarnos esto: Los buenos muchachos es un sofá, donde hay tres panas hablando de la situación actual del país, situación actual del mundo… hablamos de variedades. Todo con un ángulo muy ligero y enfocado en el humor”.

Las palabras anteriores corresponden a quien llegara un poco molesto al programa. Pero ahora se muestra distendido, carcajea y es quien más chistes plantea estando al aire. El ambiente contrasta con la turbulencia de las noticias que dan. ¿Es posible mantener el buen talante en medio de un país que ofrece motivos para fruncir el ceño?: “De hecho, ese es el reto diariamente –toma la palabra Alfredo Lovera– de Los buenos muchachos. Y es un reto que nosotros tomamos con la mayor de las responsabilidades y gran satisfacción laboral (…). A las noticias terribles que todo el mundo tiene escuchando las 16 horas que llevan fuera de sus casas nosotros acá le damos otra vuelta. Y tratamos de ver esas noticias terribles desde un punto de vista lejano o como si nosotros no fuéramos venezolanos, una cosa como para reírnos. Entonces, este es el momento en el que la gente se aliviana un poquito y llega a la casa suave, directo a comer”.

Oscar se muestra de acuerdo, alegando que no pueden hacerse los locos: deben contar las cosas que están pasando en el país. Rodolfo, mientras tanto, se apresura a aclarar: “Los temas que necesitan seriedad, nosotros los tratamos con la seriedad necesaria. Pero si en algún momento vemos que hay un ángulo del que se le puede sacar algo diferente, algo cómico, algo chévere, pues lo hacemos sin ningún problema”.

A los tres les gustan los deportes: sufren con la Vinotinto. El ritmo de las transmisiones se asemeja al más vertiginoso encuentro de la Copa América. ¿Cómo es esa dinámica?: “Creo que la esencia de Los buenos muchachos –responde Rodolfo– es la buena vibra que tenemos entre los tres. Nos llevamos muy bien, tanto dentro del programa como fuera”. Complementa Alfredo: “De hecho, Los buenos muchachos es un proyecto que viene desde hace muchos años. Ahí comenzó con otra formación. Y poco a poco nos fuimos uniendo: salía uno, entraba otro. Rodolfo fue el primero en entrar al proyecto, hace tiempo, luego salió y volvió. Después entré yo. El más reciente en esta formación es Oscar. Y siempre, la característica principal de un buen muchacho, es que antes de trabajar juntos ya nos llevábamos muy bien. Ya éramos amigos fuera de la cabina, y eso se transmite cuando nos sentamos acá”.

Oscar, quien pareciera tener el estilo más serio entre ellos, agrega: “Los tres tenemos visiones del mundo totalmente distintas. Y parte de lo que enriquece la dinámica del programa es que si yo veo algo de una manera, yo lo voy a decir. Y Alfredo va a decir su opinión y Rodolfo también (…). No tenemos miedo en discrepar ni echarnos broma”.

Cuando la jornada está por finalizar, la pregunta obligatoria salta a la mesa. ¿De verdad son “buenos muchachos”?

Por primera vez, un silencio ronda el ambiente. Oscar mantiene la boca abierta, Alfredo clava los ojos en su laptop, la productora menea la cabeza y mueve los labios formando un “no” mudo. La carcajada de Rodolfo es el primer ruido en aparecer. “Cuando yo entré al proyecto –alega Oscar, luego de varias divagaciones de los locutores– me definieron que un buen muchacho es el que se porta bien con la suegra, pero le agarra la nalga a la hija en la cocina”.

Ese tipo de jocosidad es la que impera en un programa que recuerda eso de que es mejor reír que llorar, y que vale la pena escuchar.

Texto: Samuel Bello
Producción: @harryfebres