A Noel Sanvicente se le asocia con su siempre plausible mandamiento: “trabajo, trabajo y más trabajo”, una actitud que por sí misma desafía la idiosincrasia del venezolano promedio. Él va adelante, no se queja, acepta las deficiencias y hace todo por resolver con los recursos que tenga a la mano. Por si fuera poco, la palabra disciplina ocupa un lugar preponderante en el inventario del seleccionador. Un concepto que cuesta arraigarse en una sociedad dicharachera, festiva e irresponsable.

Noel es irreverente, y sus equipos igual. Desafían axiomas culturales. El pasado domingo 14 de junio, se atrevieron también a desafiar los pronósticos de la prensa internacional: vencieron a Colombia por 0-1, con gol del gladiador, Salomón Rondón.

La estadística, eso sí, ve con recelo la etiqueta de “sorpresa” que se le ha dado a la victoria: desde hace más de ocho años Colombia no le puede ganar a Venezuela un partido oficial; sin embargo, para la ocasión, el triunfo no es lo más resaltante. No. Lo importante es el cómo: jugando bien y siendo, en tres cuartos del partido, superior al rival. Superior a la Colombia de James, Falcao, Bacca, Zúñiga y Ospina. Superior a la Colombia dirigida por uno de los mejores entrenadores de América, José Pékerman.

No faltará, por supuesto, quien le dé visos individuales al triunfo. No se debe ser tan reduccionista, el fútbol y la vida responden a condiciones holísticas: el todo interactuando con las partes condicionándose mutuamente. Si se podría resaltar a algunos, podría ser a Salomón, quien por fin entendió cómo involucrarse más en la elaboración de juego. Destacó en cada faceta y supo llegar al área con ventaja. De la misma forma, faltaba más, a Tomás Rincón, hombre de mil pulmones pero, más importante aún, millones de neuronas. Hizo todo bien el capitán sin cinta y se retrató como el prontuario andante de las ideas que trata de implementar Noel. Pero, y hay que ser reiterativo con esto, explayarse en distinciones individuales sería promover perspectivas limitadas.

El equipo, ya era hora, logró mantenerse corto. Corrió hacia adelante para defender en las transiciones y supo presionar cuando era debido, sin obsesionarse con este último concepto y sí haciéndolo de forma que se supiera condicionar a las virtudes del rival.

La Colombia del buen toque, como tanto se repite, no pudo salir de su campo. Venezuela la encerró. El volante de primera línea cafetero, Sánchez, quedó aislado. En las bandas, la presión fue recurrente, iniciada por Ronald Vargas y Alejandro Guerra, y secundada por los respectivos laterales y todo el equipo. Noel estudió bien al contrincante: su fortaleza radica cerca de las líneas de cal más extensas. Colombia, gracias a Venezuela, no pudo crecer en su mejor fase.

Así, con sorpresa para algunos, argullo para otros, y certificación para varios, la Vinotinto sumó sus primeros tres puntos. Y lo hizo desafiando las creencias limitantes que pululan en el fútbol local, esas que insisten en que para defender mejor hay que parar el equipo retrasado y aglutinar hombres en la línea de fondo, que desprecian las posibilidades de organizarse con el balón, que reniegan salidas limpias o los toques cortos en zonas bajas de la cancha, y que desprecian la alineación de dos volantes de primera línea de buen pie y que ataquen al mismo tiempo. El pasado domingo, se alineó ahí a Tomás y a Luis Manuel Seijas, y la Vinotinto, desafiando lo que tanto se promueve en Venezuela, fue más equipo que una de las favorita para alzar el título, Colombia.

Lizandro Samuel

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Fotografías REUTERS/Carlos Garcia Rawlins

El plantel siguió las instrucciones tácticas al pie de la letra (REUTERS/Carlos Garcia Rawlins)
El plantel siguió las instrucciones tácticas al pie de la letra (REUTERS/Carlos Garcia Rawlins)