Venezuela esconde tanta magia entre su gente que es imposible agrupar tantos héroes en un mismo guion, una sonrisa desinteresada en una circunstancia cualquiera es lo que describe ese corazón tricolor que late al son de ocho estrellas por segundo.

Se dice que en el interior la magia es más grande, no obstante el calor humano no escapa de la capital y si crees que no es así, entonces te invitamos a conocer a José Bellisteiro, quizás el nombre no te suene pero si alguna vez has transitado por la Plaza Candelaria seguro lo has visto y te ha robado más de una sonrisa.

Bellisteiro es un español que llegó a Venezuela, con 25 años de edad, en busca de una mejor vida para él y quién fuese su esposa por más de 45 años, Rosa Araujo, durante mucho tiempo se dedicó a trabajar para sacar a su única hija adelante.

Hace más de 11 años que su compañera de vida falleció, con 80 años, una hija grande y una pensión que le retribuye todo lo que como inmigrante le dio al país, parece que su historia comenzaba a acercarse al fin, pero, dueño de su destino decidió volver a ser niño.

Inicialmente comenzó a saltar la cuerda en la Plaza Candelaria, estar entre la gente y además hacer ejercicio lo mantenía feliz. Sin embargo, hubo quienes lo molestaban e incomodaban entonces cambió la plaza por un muro a la mitad de la avenida y la cuerda por una hula hoop.

Sí, José Bellisteiro es el nombre del abuelito que tiene más de una década jugando al hula hula en esa pequeña isla que divide la avenida y ofrece un resguardo a los peatones si el semáforo los obliga a detener a mitad de camino.

Desde 2006 este abuelito asiste sin falta todas las tardes, entre las 4:00 pm y 6:00 pm, a su pequeño rincón donde juega como un pequeño inocente que disfruta de regalar sonrisas. Asegura jamás haber pensado en cobrar por entretener.

La verdad quienes lo conocen aseguran que nunca pidió dinero luego de concluir su espectáculo tan breve como el cambio del semáforo y tan mágico como la más perfecta historia. Hay quienes por voluntad propia le ofrecen algún detalle, el cual toma, con humildad y agradecimiento.

“No estoy aquí para pedir, ni mendigar, no me hace falta, tengo mi pensión y vivo tranquilo, solo vengo aquí para convivir con la gente y si puedo regalarles una sonrisa”, asegura quién jamás pensó en partir de Venezuela porque se quedó atrapado en su gente.

Por muchos años policías y fiscales de tránsito han intentado sacarlo de la isleta que se ha vuelto su hogar, han alegado que es peligroso, que podría resbalar y ser lastimado por un vehículo, o sencillamente lo han tildado de mendigo, pero en su buena fe ha hecho caso omiso y ahí continua.

“¿Peligroso? No, al contrario, yo evito muchos accidentes ¿no ves como dirijo el tránsito?”, pregunta sonriente quien se afeita la mitad de su bigote y muestra sus dos versiones con peculiar emoción.

El abuelo de todos los caraqueños que conviven diariamente en los alrededores de la Candelaria, realmente tiene tres nietos que lo impregnan de alegría y le mantienen ese espíritu jovial que no se opaca ni siquiera ante sus padecimientos respiratorios a causa de su avanzada edad.

Bellisteiro define su vida simplemente como un eterno enamorado de Venezuela, un país «que lo da todo» y cuya libertad de trabajo y diversidad de cultura se mete en lo más profundo del corazón de cualquier inmigrante.

Sino has visto a esta leyenda de la Plaza Candelaria te invitamos a que lo conozcas en acción para que descubras que la edad nunca es impedimento:

  • Si lo dominas en la cintura, prueba con el cuello:
  • O tal vez con una sola pierna:

Si ya te animaste a desempolvar el hula hoop que usabas en la infancia y quieres descubrir nuevas piruetas puedes encontrar a este incansable luchador todas las tardes en la avenida Urdaneta, justo en frente de la Plaza Candelaria.

Observarlo es un requisito para todos aquellos que creen que en nuestra Venezuela hay mucha magia envuelta en héroes de todos los días que no necesitan capa para derrochar magia.

Yelimar Requena.

Fotografía Redacción El Sumario.