Mattel apuesta por la campaña

Luego de reportar ventas decrecientes desde 2011, la compañía Mattel decidió lanzar un nuevo comercial de la muñeca Barbie mucho más acorde con la tendencia de nuestros días: el feminismo, esa piedra en el zapato y tema de inacabables conversaciones.

En 2014 las ventas de Barbie se redujeron 14%, pero las de la muñeca Elsa (personaje de la película de Disney Frozen) se elevaron. La narrativa de Frozen empodera a sus protagonistas para buscar su destino fuera del yugo paterno/patriarcal y, como otras películas de animación recientes (Valiente, por ejemplo), permite que los personajes femeninos adopten roles no subordinados a la búsqueda de una relación de pareja.

Bajo esta premisa los nuevos ejecutivos de Mattel decidieron dejar de lado los estereotipos físicos irreales, las frases de niña boba o damisela en peligro, y reposicionar a Barbie como una extensión de la imaginación de las niñas que juegan con ella. Después de todo, Barbie siempre ha sido camaleónica, un icono de las posibilidades proyectivas de la imaginación, así como una respuesta ideológicamente motivada a la pregunta “¿qué quieres ser?”, que no es sino otra forma de preguntar “¿qué papel puede tener una mujer en el mercado laboral?”.

Lo supuestamente revolucionario de la campaña «Sé lo que quieras ser» en realidad ha sido una falsa elección, porque lo que representa Barbie son expectativas colectivas del papel de la mujer en la sociedad –expectativas que, en principio, la presentan bajo los estándares de belleza en uso.

Así, la Barbie bombero, médico, maestra o policía deja de lado los estereotipos –o lo intenta– para mostrar en este comercial a las “verdaderas” protagonistas de los juegos: las niñas. Barbie en realidad no tiene una narrativa, no tiene momentos de decisión ni cambios de perspectiva, pero las niñas sí.

Es difícil suponer los efectos que este cambio de perspectiva tendrá en las nuevas generaciones, pero no es la primera vez que el mercado adopta ideas o paradigmas liberales con el fin de mantenerse entre las preferencias de consumo. Barbie tardó 60 años en ponerse al día, lo que nos da una idea del desfase entre el pensamiento y el mercado. ¿Más vale tarde que nunca?

Alejandra Watts

Con información de Pijama Surf

Fotografía Gettyimages